Hace unos días me encontraba en el comedor de un hotel de Menorca a la hora del desayuno.
Me las prometía muy felices, pero tras esperar un buen rato que unas jubiladas inglesas dejaran de una puñetera vez la cafetera, para poder hacerme yo el mío, decido trasladarme al tostador y meto mis dos rebanadas de pan de molde.
Pero como lleva varios de minutos el pasar por el interior de la tostadora hasta salir por el otro lado, pues en esa espera miro hacia la cafetera y la veo libre, ¡¡mi oportunidad!! Se han ido las inglesas, salgo corriendo y pongo la taza para que vaya cayendo el café.
En ese momento imagino que las tostadas están a punto de salir del endemoniado túnel, y que el caudal del café se detiene cuando ha caído la cantidad justa, así que abandono la cafetera y me voy a la tostadora. Al llegar frente a ella me encuentro a un inglesote gordinflón de pantalón corto, piernas blancuzas y peludas con sus calcetines puestos, metiendo también sus tostadas, (en el túnel caben cuatro), lo miro, me mira... Y sale la primera tostada, (es decir, una mía), y él va rápidamente y la trinca.
Pues sin pensarlo dos veces le doy un manotazo y recupero mi tostada. Me mira sorprendido, pero con gestos trato de hacerle entender que esa tostada es la mía, y la siguiente también. Le puse cara de pocos amigos y le dejé bien claro que esas no se las comía él.
Por Gibraltar paso, Gibraltar no podré recuperarlo, pero que por mis pelotas la tostada no se la iba a zampar el Reino Unido.