martes, 4 de octubre de 2011
Unos días en Lisboa. Portugal
Puente Vasco de Gama, ingeniería portuguesa 17 Km de longitud
De vuelta a España y llegando a la zona fronteriza, iba teniendo una extraña sensación, una sensación de tristeza, de mal augurio por España, realmente no me apetecía volver, algo que siempre me apeteció al regresar de otros países, quizás por la comodidad del idioma, de la moneda, de las costumbres, o posiblemente por un poco de todo.
Pero esta vez ha sido distinto, las cosas en España han ido evolucionando de manera muy negativa en los últimos años, este país ha conseguido hacernos infelices a casi todos, generar en nosotros sentimientos de odio, mal humor, mal carácter, miedo, inseguridad, sensación de zozobra, ha puesto una distancia entre nosotros y nuestros placeres más naturales y primitivos.
He visto en Portugal una sociedad muy distinta a la que nos cuentan nuestros políticos, y de la que solo hablan cuando se tienen que referir a sus problemas económicos, como forma de hacernos pensar en lo bien que nosotros estamos; pero no es cierto, esos supuestos problemas no son peores que los nuestros, son situaciones financieras, que aunque tengan su repercusión en la calle, lo cierto es que su vida continua de manera normal, en apariencia nada ocurre allí. (Lisboa tiene un PIB, superior a la media europea)
Pero lo cierto es, que nuestros políticos y periodistas nada nos cuentan de su realidad, una realidad bien distinta de la española, una realidad que me ha sorprendido, donde puede sentirse perfectamente un nivel de civismo, educación, comportamiento, y un saber vivir sosegadamente cada momento, muy por encima de lo que sabemos hacer en España.
En los restaurantes no se han perdidos esos principio de la buena y generosa cocina que un día tuvimos aquí y se cambió absolutamente por la especulación y el negocio más feroz, algo que nos ha ido llevando a unas mesas donde ha bajado la calidad y la cantidad, como forma de máximos beneficios. Pienso que quien pone una mesa, cobra 40 euros y deja con hambre al comensal, alejándose de nuestros más básicos e históricos principios de honestidad, generosidad, sentimiento de anfitrión y orgullo, tanto de su casa como de su cocina, más que un buen comerciante es un simple sinvergüenza sin escrúpulos, especie que se ha extendido con mucha fuerza por toda nuestra geografía.
Lisboa es una ciudad gigantesca, (casi 2.400.000 habitantes),pero radiante, bonita y bien distribuida urbanísticamente, con una considerable densidad de automoción, tanto de coches particulares como de su abultado y gran servicio de transportes públicos, donde se puede elegir, taxis, autobuses, metros, modernos tranvías, e incluso sus históricos y bien conservados tranvías de madera. Todo esto me recuerda a la sensación que hace muchos años me produjo el ver circular simultáneamente en Ámsterdam a todos estos tipos de vehículos sin problema alguno, sabiendo cada uno de ellos cuando debía o no de pasar, sabiendo cuando tenía o no que ceder el paso, incluyendo las bicicletas; en aquel momento pensé que todo eso solo era posible en lugares del norte de Europa, donde todo civismo se da por hecho, pero no, resulta que aquí en el sur también ocurre, ocurre en Lisboa, su tráfico rueda de manera fluida, y lo hace solo por el saber hacer, por saber comportarse, por saber cuando uno tiene que ceder o no, y por supuesto sin la presencia de marciales policías de tráfico, al menos yo no lo vi, no, en Lisboa todos parecen saber qué es lo que se debe hacer y lo hacen, si los pitos de los coches gastaran gasolina, habría que cerrar las petroleras; es increíble, una metrópolis tan grande, densa y silenciosa a la vez.
Los portugueses siguen siendo educados,(como lo fuimos nosotros),siguen siendo amables (como lo fuimos nosotros), siguen siendo respetuosos,(como lo fuimos nosotros), siguen siendo solidarios,(como lo fuimos nosotros), ¿qué ha pasado aquí?, ¿cómo nos han envenenado de esta manera?.
Nuestros políticos históricamente nos han puesto de espaldas a nuestros hermanos portugueses, ¿porqué?, personalmente reivindico una nueva y verdadera unión entre nosotros, y no me refiero a uniones imperialistas, sino a una unión de verdadera colaboración y complicidad en todo lo concerniente a la península ibérica, de nuestra historia, esa que alguien un día rompió, imperialismos e independentismos convergen en lo mismo, la sed de poder, !!si no puedo con todo, podré con una parte del todo, pero será mío!!. Sí, creo que esto fue como separar a dos hermanos recién nacidos.
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De lectura fácil, perfectamente relatado... verdades como puños... conclusión... habrá que ir a Portugal... Besos Salva.
ResponderEliminarY poder fumar de nuevo en un restaurante...
ResponderEliminarbuen relato. Bss.
No conozco Lisboa (bueno, no conozco Portugal) pero sí he oído hablar mucho de Lisboa y muy bien, aunque sólo en plan arquitectónico. Tus comentarios me dan a conocer algo más de esta gran ciudad y ya me están entrando ganas de saborear todo ese calor humano que parece desprender de tus impresiones. Realmente para nosotros, este país es el gran olvidado. Vivimos de espaldas a parte de nuestra tierra, incluso con aires de superioridad que pretenden esconder los complejos de inferioridad que tenemos respecto a Europa. Y para mí creo que importa más el mapa físico y sus gentes, y no el político, que cambia según los intereses del momento. Me pongo a pensar y no aparecen casi noticias de este país, como si no existiera... a no ser que se hable de comprar toallas o de futbolistas y entrenadores. ¡Una pena! - R -
ResponderEliminar¡Ah! me he despistado y me quedaba por decir:
ResponderEliminarHermosas y algunas muy entrañables fotografías. Un beso.
Muy agradecido de vuestros comentarios, es todo un placer para mi el compartir estas experiencias. Un abrazo
ResponderEliminarAmenas e interesantes reflexiones de las que comparto la mayor parte.
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