viernes, 27 de enero de 2012

La mirada









Llegué a ella por recomendación, necesitaba de su trabajo, la visité varias veces, ella en su mesa, yo al otro lado. Siempre mantenía una actitud sería, serena, profesional, limitadora; pero desprendía de sus ojos un brillo especial, un brillo que no podía ocultar, quizás el que algo tenía que ver con lo que a mi me apetecía decir, pero callábamos, callábamos mientras ese brillo se mantenía, incluso mientras me marchaba podía sentirlo a mis espaldas...... 


Anoche nos encontramos, no solo lejos de su mesa, sino en el otro extremo de las circunstancias, por la noche, en la calle, bajo la influencia de un buen ambiente de terraza de copas.
Ella se sentía segura, protegida; de un lado su marido, del otro su amigo, mi amigo, quien estaba junto a mi cuando ella llegó, quien en su día me la recomendó. 
El brillo de sus claros ojos en la noche, se extendió hasta su cara, su boca, sus palabras, sus manos; hablamos y hablamos, y mientras me hablaba, con frecuencia ponía sus manos sobre las mías, dejando llegar hasta ellas ese brillo deseado, y con ello, saldando una deuda nunca mencionada.


Quizá no lo supo, quizá nunca lo sepa, pero me obsequió con una de las noches más bonitas que recuerdo.

lunes, 2 de enero de 2012

El baile





No sabía que después de tantos años me volvería a dar por el baile, ahora lo hago cada día. 
Recuerdo cuando era algo que llevaba innato en el cuerpo, no era necesario proponérmelo, brotaba solo, al sonido de la música, daba igual en una pista de baile, que sentado en un taburete junto a una copa, o quizás dos, incluso en el asiento del coche,(siempre que no me acabaran de denunciar o estuviera inútilmente buscando aparcamiento), pero tristemente el paso del tiempo fue acabando con esa necesidad fisiológica, para convertirse en algo que tenía que proponerme, para más tarde incluso perder la necesidad de proponérmelo, incluso molestarme ese......¿es que no bailas?, !vamos, sal a bailar!, esa insistencia impertinente (con buena voluntad), pero impertinente, dejándote incluso al borde de marcharte, como último recurso de eludir el generado compromiso en mi por complacer a los demás. Acabó no sirviendo ni el alcohol para despertarme esa necesidad, ya solo me servía para fomentar mis buenos instintos de solidaridad, amistad o emociones sentimentales.
Pero la vida cambia, y me ha regalado una gran y agradable sorpresa, estoy muy emocionado, feliz, contento, casi no lo puedo creer, estoy bailando, es algo mágico, sí, es cierto, ha sido como un regreso a la juventud, de verdad, (otra explicación no tiene), !!Diosss, he rejuvenecido!!, esto lo prueba, y ha sido gracias a la tecnología, pero no a la de una sofisticada maquina de hospital, sino a la de una simple aplicación electrónica, sí, de estas que ponen ahora para controlar el encendido y apagado de la luces, y con ello el "ahorro" de luz en los cuartos de aseo públicos, bares, restaurantes, etc, cuyos sensores encienden la luz al entrar, pero a mitad de acabar con tus necesidades urinarias, se te apagan y te quedas a oscuras,(el ahorro extremo), por lo cual y por respeto a la higiene del lugar, me veo en la necesidad de ponerme a bailar al compás de cierto caudal, para provocar un movimiento que el sensor detecte y se vuelva a encender la luz. !VIVA LA TECNOLOGIA!.