viernes, 9 de noviembre de 2012

Toronto Canadá

Torre CN




Desde siempre tuve la idea de que Canadá podría ser el paraíso norteamericano, riqueza, orden, urbanidad, ajeno a guerras, imperialismos o demás ancestrales y perversas costumbres occidentales.

Pero me encontré con una realidad bien distinta de mis esperanzas, me encontré un país, que casi ni lo parecía, al menos con la concepción que aquí tenemos de eso, de lo que debe ser un pueblo, ya que en realidad ese matiz no existe, existe un mundo hecho para el trabajo, para la especulación, para una explotación de los recursos sin sentido alguno, una explotación para los explotadores.

No puedo hablar de toda Canadá, y supongo que habrá muchas diferencias de unas partes a otras. Conocí Toronto, una ciudad donde su final urbano es una utopía, una magnitud abrumadora, de interminables casas en bajo, donde el espacio es tal, y todo se hace tan extendido, que llegar a los sitios es todo un largo viaje que hay que hacer tras varios cambios de medios de transporte, donde encontrar un tienda es cuestión kilométrica. Solo en el núcleo central, junto al lago Ontario, la ciudad tiene la densidad suficiente para encontrar toda clase de comercios, y la ciudad se eleva hasta el cielo con gigantescos y modernistas edificios que dan la impresión de estar vacíos.
Toronto es una urbe con un crecimiento inimaginable para la mayor parte de una persona europea, pero un crecimiento forzado por los intereses de unos pocos que ha decidido un modelo de crecimiento basado en la expansión demográfica, y para ello no han dudado en vender la ciudad a la inmigración, de manera que no son los canadienses los que crecen y justifican ese monstruo de ciudad, sino los inmigrantes en general y los asiáticos en particular.

En esta ciudad, no existen los paseos que tanto necesitamos en Europa, allí solo se trabaja o se va a los centros comerciales a comer hamburguesas, todo el mundo lleva por la calle un vaso de platico con café, sobre todo de la cadena Tim Hortons.
Pude apreciar que el numero de mendigos y desviados mentales, era bastante importante, en un país donde presuponía que eso estaba erradicado de las calles.

En definitiva, e independientemente de mi decepción como país, Toronto me pareció uno de los peores sitios del mundo para visitar, no encontré nada interesante, salvo subir a la torre CN, de 500 metros de altitud,desde donde se puede ver toda la interminable ciudad, o llegar a Niágara para visitar las cataratas, que están a poco más de cien km de Toronto.









Vistas de Toronto, desde la torre CN



Mendigo

Mendigos