lunes, 13 de febrero de 2012

Los peones








Seguro estoy, de que cualquier represión o tiranía llevada a cabo mediante leyes políticas, no sería posible sin la incondicional colaboración de una buena parte de la sociedad, alguien préviamente engañado, dotado a la vez de un oculto instinto represivo; sí, son su gratuito ejercito de peones, sin ellos nada podrían hacer, y los tenemos junto y entre nosotros, sentados en la misma mesa, compartiendo trabajo, viajando juntos, compartiendo aficiones, etc, son nuestros verdaderos y disimulados enemigos, los que hacen llegar y depositar la tiranía sobre nosotros.

Así que por muchos años que viva, nunca podré entender como cualquiera de estos peones, es capaz de anteponer a cualquier tipo de amistad, armonía, cordialidad, empatía,etc, su instinto absurdo-represor. Entiendo, que lejos de ser necesario, y sí peligroso para las libertades, las personas no deberían ser ni antitaurinas, ni anticazadoras, ni antijuego, ni antialcohol, ni antitabaco, ni anti nada; simplenmente no tendrían que serlo. El "anti", suele ser una emoción que emana de un instinto y principio dictatorial, un auténtico desprecio por la libertad de los demás. De hecho, estos peones se contradicen, ya que con frecuencia, son anti de algo, y al tiempo defensores de otra cosa, a la que a su vez se tienen que enfrentar a su homólogo anti esa otra cosa. Un juego muy antiguo y bien diseñado por las altas esferas políticas y sus sicólogos a sueldo, para dividir mediante el enfrentamiento.
No te puedes librar de los peones, son una plaga y muy numerosa, se hacen notar con la misma arrogancia que podría hacerlo cualquier persona altamente cualificada para algo.
Hace unos días, una "amiga", ahora mi amiga, (Espero, Rosa del desierto), tuvo la generosidad y valentía de organizar una cena de amigos, todo lo preparó cariñosa y minuciosamente, encontró un lugar precioso, un rincón ideal para esa reunión, ubicada en un altillo de pequeño y acogedor restaurante. Nos presentamos, ya que casi ninguno nos conocíamos, solo ella era el denominador común, algo bastante imaginativo y ocurrente por su parte.
Todo transcurría a pedir de boca, y no se percibía antagonísmo alguno; ella, Rosa del desierto, supo poner una alfombra que deprendía amabilidad, simpatía y sobre todo distensión, no se necesitó más de un cruce de miradas para conseguirlo mútuamente, es la magia que tienen algunas personas, como es su caso. Todo estaba resultando perfecto, sentía que estaba con mi gente de toda la vida, totalmente relajado y feliz; incluso y para broche de una noche perfecta, a partir de cierta hora, el propietario del restaurante cerró sus puertas, dejándolo solo para nosotros, por lo que subió al acogedor altillo a decirnos que ya podíamos fumarnos esos deseados y eternamente compañeros de toda fiesta, los cigarrillos, !!VIVA!!, pero mi gozo en un pozo, en ese momento y con cara en forma de decreto ley, apareció el peón, perdón, peona, sentada en nuestra mesa, con aires de absoluta autoridad, quien dijo: NO, ni hablar de eso, AQUÍ NO SE FUMA, a lo que alguien le cuestionó su postura, y a lo que ella empezó a responder con todo un arsenal de razones legales y no legales. Aquí la amistad ya no significaba nada, quien reinaba en la mesa era la ley, esa que nos dejó por herencia un grupo de despiadados políticos, echados por ineptos y corruptos, y trasladada hasta nosotros por esta, su peona 
Me levanté de la mesa, asentando que lo hacía por esta razón, que había dejado de ser una mesa grata para mi, y no estaba dispuesto a compartirla con ese decreto ley en foma de peona. Me fui a la planta baja, donde me tomé mi Gin tonic de ginebra azul, y le di toda la caña me que me salió de.... a mi paquete de Pall Mall extralargos.
No pude ver que pasó después en ese, hasta entonces, acogedor altillo, pero creo que la peona ya no lo pasó demasiado bien, algún sentimiento de desplazada debió quedarle, puesto que a la salida, los demás seguimos, (salvo ella), nuestro camino hacia la última copa de despedida, donde nuevamente lo pasamos genial, pero eso sí, no se llegó a fumar en aquella mesa, (ella venció).
Pues la verdad, victorias como esas no quiero, ni para mi, ni para nadie a quien yo quiera.


2 comentarios:

  1. Soy fumadora. Recuerdo que cuando aún no lo era, nunca se me ocurrió que me molestara el humo ajeno... tampoco dejé de ir a Bares, Pubs o discotecas porqué allí se fumara y no pudiera soportarlo.
    Hay tantas frustraciones en esta sociedad que vivimos, que algunos utilizamos cualquier nimiedad que creamos que nos dá la razón para agarrarnos a ella y descargar toda nuestra represión (como bien dices).
    Yo lo llamo maniobras de distracción, hábilmente orquestadas para dividirnos y facilitar el enfrentamiento... llámese fumadores o no fumadores, Barça o Madrid, bandera nacional o nacionalista, valenciano o castellano, izquierda o derecha, educación laica o católica... o para utilizar el mismo lenguaje que tú en el relato: peones blancos o peones negros. Se utiliza este enfrentamiento como válvula de escape, para que no les explote en las narices la gran olla a presión que seríamos todos unidos frente a los problemas realmente graves que tenemos en este sistema corrupto.
    Me da un poco de pena que una reunión que se prometía agradable termine en enfrentamiento.
    Y lo siento más por la Rosa del desierto que preparó todo con tanto cariño y esmero, y seguro que no le quedan ganas de juntar BLANCAS CON NEGRAS.
    Yo creo que sería posible conciliar las BLANCAS CON LAS NEGRAS, invitando a alguién más a la mesa, llamada TOLERANCIA. R

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  2. -R-, esa nimiedad de la que hablas, que hace que la gente "pequeña" se agarre a sus derechos-razones, hasta el punto que lo hace, me ha llevado a recordar lo que podría ser el paroxismo del asunto, cuando a veces, he llegado a observar, que alguien que viene andando por una acera, al llegar y cruzar SU semáforo en verde, incluso aminora la velocidad de la marcha que traía, en un actitud que podríamos traducir como la explotación absurda de su derecho; aunque de manera tangible, esto solo le sirva para llegar a su destino un poco más tarde, pero sin duda, alguna sensación de gran placer debe sentir al verse con el poder "absoluto" de detener a miles de cv de potencia en forma de coches. Aunque lo cierto es, que una persona inteligente, normal, con sentido común; sabe que el momento de cruzar estos pasos de cebra siempre conlleva un peligro, y que mejor hacerlo en el menor tiempo posible, puesto que el derecho del color verde, sabemos que es un derecho prestado y frágil, un derecho que te puede arruinar la vida. (Feliz domingo)

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